martes, 19 de diciembre de 2017

INCAHUASI, CULTURA VIVA



SCHANTAL ASTONITAS CANO
VERÓNICA CRUZ CHILCÓN

INCAHUASI, CULTURA VIVA

INCAHUASI

CULTURA VIVA


Uno de las cosas que más amo, es la naturaleza, y no dudé ni un segundo cuando se propuso la ruta de viaje hacia la serranía Lambayecana, que hasta hoy desconozco casi en su totalidad.
En el intento por recorrer y conocer nuevos lugares y la realidad que pueda aquejar o enriquecerlas, llegamos hasta Incahuasi, uno de los distritos de la provincia de Ferreñafe de la región Lambayeque, enriquecida por su naturaleza y cultura viva que yace desde sus alrededores, y que observar durante su travesía mientras llegamos, es toda una bendición y un verdadero placer.
En nuestro primer acercamiento con la población, fuimos descubriendo, por ejemplo, el origen de Incahuasi (Inkawasi), una antigua ciudad indígena situada a 3 100 metros sobre el nivel del mar, perteneciente a la región geográfica andina. La mayoría de sus habitantes habla el quechua, pero también identificados que la población adulta y joven domina el castellano debido a su constante contacto con foráneos y sus viajes a la provincia de Ferreñafe.
Incahuasi, fue creado el 17 de Febrero de 1951, según Ley N° 11590, según fuentes, y se encuentra ubicada en la parte noreste del departamento a lo largo de la cuenca media alta del río La Leche, entre los pararelos 6º 05' 00'' y 6º 24' 30'' latitud sur y los meridianos 79º 16' 10'' y 79º 30' 00'' de longitud oeste, presentan alturas que van de los 310 a 4,000 metros sobre el nivel del mar.
La superficie es de aproximadamente 41,735 hectáreas, tiene 79 centros poblados rurales con categoría de caseríos. Los límites del distrito, encontramos por el norte al distrito de Kañaris, por el sur al distrito de Pítipo. Por el este al distrito de Querecotillo y Miracosta en el departamento de Cajamarca, y para el oeste el distrito de Salas, al cual también logramos conocer y acercarnos más a su realidad.
Para conocer los rasgos de este pueblo, de habla quechua, herederos de antiguos mitimaes incas, no queda otra opción que caminar por los senderos de herradura.
Todo está disperso entre las montañas, donde solo 17 mil pobladores ocupan un territorio del tamaño de casi toda Lima Metropolitana. 
Uno entiende mejor la vida de este pueblo durante sus celebraciones. En junio, por ejemplo, es una buena oportunidad para visitar Incahuasi y participar en la feria agropecuaria, en las que se puede gozar sus platos típicos, como el cuy tostado acompañado con rebosantes ocas y los inigualables quesos incahuasinos. 
También para presenciar sus propias “olimpiadas”, que tienen como espectáculo principal un partido de fútbol de mujeres y el “maratón de altura”, en el que decenas de jóvenes atletas tratan de coronar a todo pulmón las montañas vecinas. 

Para llegar  Ferreñafeal distrito de Incahuasi, hay que despertarse muy temprano e iniciar un viaje desde las 5:00 am, hora en la que empiezan a salir las combi o colectivo que nos llevan al lugar. Un aproximado de 5 horas. Cabe recalcar que la carretera es un tanto tosca, debido a que no es pista y está se subida.
El folklore tradicional aún se conserva. El huayno y la marinera son sus bailes típicos. Son usuales las danzas, los cantos interpretados con alegría y sentimientos con ocasión de las festividades religiosas, cívicas o festividades folclóricas como “El Taking”. En cada caserío se celebran fiestas religiosas, que en mucho de los casos en honor al patrón del lugar, las mismas que concentran a su población y a la de los pueblos aledaños para el acto celebratorio, por lo general cada fiesta tiene un periodo de duración de 3 a 4 días.
Uno delos centros poblados que tuve la oportunidad de visitar es Moyán, ubicado a 30 minutos del distrito de Incahuasi. Sus características son similares. Son personas quechua hablantes y su cultura viva aún se ve reflejado desde su vestimenta colorida hecha a mano de material lana de oveja, el cual hilan y preparan para posteriormente elaborar bellos trajes típicos y bolsitos, los cuales suelen vender a los foráneos.
El centro poblado Moyán, cuenta con un aproximado de 350 personas distribuidas en 50 familias. Sus principales actividades son la agricultura y ganadería, tienden a practicar la crianza de animales de corral, como el cuy, aves como patos, pavos, gallinas, además de ganado vacuno, ovino y porcino.
No cuentan con servicios básicos, emplean agua de las piletas que estratégicamente están ubicados en el caserío, y para uso doméstico (no consumo), utilizan el agua de los riachuelos que se han formado con la lluvia registrada en verano.
La población femenina promedio del caserío oscila entre los 20 a 30 años. Son muy temerarias y seles hace muy complicado entablar comunicación con otras personas (independientemente del idioma). Entre las actividades que desempeñan a diario, de lunes a viernes las mujeres son hogareñas, se limitan a atender al jefe de familia que es el esposo, y atender a los hijos y alistarlos para que vayan al colegio, ubicado en el distrito de Incahuasi, el cual tiene nivel primario y secundario. Por las tardes, las mujeres suelen caminar hasta Incahuasi, muchas veces a repartir alimentos de sus animales o de sus cosechas, al menos 3 o 4 veces a la semana. Los fines de semana, en especial domingo, acuden al centro de Incahuasi, a hacer compras de alimentos que necesiten, para asistencia de salud, y por la religión que predomina, católica, asisten a misa los domingos por las mañanas.
La población masculina promedio del caserío, oscila entre los 40 a 50 años de edad. Son considerados jefe de familia por lo que tienen independencia económica, al realizar actividades de agricultura que les permite ser el soporte del hogar, además suelen tomar las decisiones del hogar y poner mano dura (según palabras de las mujeres) cuando se requiere. Aún conservan la ideología machista, y muchos de ellos, (en nuestro primer acercamiento), reconocieron “darles juetaso” (según sus palabras), si se portaban mal o no cumplían con los quehaceres hogar o de la escuela.


Un poblador característico que logramos identificar, son los niños que oscilan entre edades de 5 a 13 años, quienes considero, tienen gran representatividad en el caserío de Moyán y en Incahuasi, pues desde nuestra llegada, logramos divisarlos, realizando actividades deportivas, laborales, domésticas, pese a ser domingo. Logramos identificar a niños realizando actividades de deporte, alejados totalmente del mundo globalizado, que muchas veces se convierte en perturbador para la formación educativa de los infantes, y para mí, quien vivo rodeada de tecnología y sentada frente a un computador el 80% de mi día, fue realmente fascinante viajar un poco al futuro y revivir aquellas épocas de mi infancia, donde un balón, un globo y la algarabía de mis amigos del barrio, era lo único que realmente lograba causarme felicidad. Fue bueno, en cierta parte, conocer aquella parte inocente de los niños y disfrutar por unos instantes de su juego en la canchita de fútbol a la orilla del cerro.

De mi recorrido por el centro poblado Moyán, rescato la tranquilidad con la que se vive durante el día, sorprendente incluso tratándose de un domingo, donde usualmente y en la mayoría de caseríos serranos que conozco, suelen ser escenarios de algarabía, bullicio de la venta y compra de productos del campo y otros importados de la capital; pero Moyán pintaba otro escenario, la gente caminando hacia el centro de Incahuasi, a quienes decidimos seguir y algo llamó mi atención aún más. Recuerdo la coquetería y picardía de la mujer en el baile de la marinera, y algo así pude divisar a lo lejos, de manera innata y en su estado natural, una jovencita de 10 años, meneaba su pollera y camisón de múltiples colores al son del viento, sentada sobre una baranda de fierro frente a uno de los paisajes más hermosos que logré divisar en el lugar.

María, es una niña de 13 años, bastante inquieta y domina muy bien el castellano, pues desde los siete años salió de Incahuasi para continuar sus estudios en Ferreñafe. Es notorio su temor al momento de entablar frente a una cámara, pero bastante motivador verla sonreír y posar para ella. Desconoce muchos aspectos de su realidad, ignora lo que quiere para su futuro, me atrevería incluso a mencionar el leve desinterés que tiene por sus estudios, no conoce el nombre de su colegio, y prefiere pasar los fines de semana en su pueblo natal, disfrutando del paisaje estando sola. Rescato de ella su buena voluntad, nos acompañó desde el inicio de nuestro recorrido, nos presentó a parte de su familia y nos motivó a continuar hasta el final del recorrido, incluso cuesta arriba hacia el mirador.

María Bonita (así la llamé yo), es una niña de aproximadamente 3 años de edad. Nos recibió en la falda del cerro donde se encontraba el mirador, en nuestro interno por bajar ilesas, pues el impacto que generó el Niño Costero, se evidenció en aquella zona. Es muy pequeña y sonriente, me encantó su soltura, y la manera tan rápida de encariñarse con las personas. Logré a penas robarle unas fotografías sonriendo, y también por la corta edad, fue difícil escucharla hablar de manera fluida.
Muestro a continuación parte de nuestra conversación, en la falda del cerro donde se encuentra ubicado el mirador. Al exterior de la casa de María Bonita.


Además, me entrevisté con algunas personas más del distrito de Incahuasi. Debo reconocer que uno de los desafíos más bonitos, fue intentar comunicarme mediante señas con una persona que no entendía lo que hablaba, a quien me acerqué mientras desarrollaba una actividad característica del lugar, hilar la lana de la oveja, producto que además emplean para elaborar sus polleras coloridas, carteras, bolsos, chalinas, entre otros.


Al ahondar un poco más mi investigación en el distrito, logramos entrevistarnos con algunas autoridades, quienes nos han manifestado las principales problemáticas del sector, los cuales a simple vista no ha sido muy evidenciado. Las adolescentes no culminan sus estudios secundarios, tiene sus parejas sentimentales y salen embarazadas a muy temprana edad, existe una escasa formación sexual en el colegio y en el hogar, debido a la cultura conservadora en la que se desarrollan.
En el tema de organización, se han conformado grupos que apoyan con la seguridad, y esta información la respaldan las autoridades policiales, quienes nos han confirmado la gran labor que desempeñan, sobre todo en temporada de fiestas culturales, en la cual acuden personas de los diferentes centros poblados aledaños a Incahuasi como Canchachala, Huayrul, Janque, Kongacha, La Tranca, Uyurpampa.
En el rubro de salud, logramos recaudar información, en la que se precisó que los niños del sector sufren de desnutrición, y que anualmente el porcentaje de menores aumenta considerablemente, a lo que las autoridades solicitan mayor inversión en la formación prenatal y post natal del niño y adolescente, pues consideran que también es un factor importante para su desempeño académico.
Uno de los problemas medio-ambientales que logramos identificar, aunque no es muy elevado grado de riesgo, el la presencia de basura. Existen algunas zonas contaminadas por residuos sólidos, bolsas, cajas, botellas, que han sido arrojados a la intemperie. Sin embargo, según nos comentaron los moradores del lugar, no es algo perenne, muy rara vez se logra divisar este tipo de escenarios.


Uno de sus atractivos turísticos, es el mirador de Incahuasi. Tiene la característica de un cerro escalonado para llegar a la cima. Actualmente se ha visto interrumpido por piedras pequeñas que se han desprendido, producto del impacto del Niño Costero, además de no contar con medidas de seguridad oportunas para llegar hasta ella, pero en nuestro afán por conocer y hacer una toma panorámica, logramos llegar.
Incahuasi es parte de la sierra, y celebra el 17 de febrero un año más de su creación política como distrito lambayecano. 
Las montañas de Incahuasi despiertan bajo una densa sábana de niebla, el cual pudimos divisar al retorno de nuestro recorrido. Las casas y los campos de cultivo, instalados en las laderas de los cerros, revelan una interminable tonalidad de verdes que se extienden en el horizonte.
Incahuasi se revela a primera vista como un paisaje melancólico, de cielo gris y frío, pero mientras va corriendo la mañana el sol pinta el universo de este exiliado pueblo andino.

En mi grata experiencia, vale la pena esas aproximadamente 9 horas de viaje, entre ida y regreso; por conocer un lugar, donde bajo mi criterio, la cultura se conserva intacta, danzas, comida, idioma, trato, religión y cultura en general, enriquece más aún mi interés por el desarrollo social – ambiental.